Muchos han escrito sobre la obra de
Miguel Rodríguez, ahondando en el modo
de indagar en cuestiones relativas a la
identidad nacional y latioamericana, caracterizada por hibridaciones y mezclas de un imaginario multicultural, poniéndolas
de manifiesto a través de temas como el
hombre y sus transmutaciones, el territorio, el paisaje….
Este universo aflora como sustrato
en la relación sensible que establece con los juguetes y el mundo infantil, los
cuales le permiten incorporar mitos de
diversas culturas junto con los de nuestra propia infancia.
Ante todo ello, propongo relatar
sobre el modo con que me he conectado con las obras que este artista nos
acerca. Un modo que tal vez posibilite poner en palabras algunas de las
percepciones e ideas que surgen del estar con ellas, y que pueden ser compartidas por otros.
Mientras
tomamos unos mates y conversamos en el taller, comienzo a realizar un primer recorrido de las obras.
Hay una variedad de objetos donde visualizo semejanzas con otros conocidos y
nuevas propuestas. En un ida y vuelta,
me detengo sobre aquellos que me
actualizan sensaciones e ideas pasadas. Son los
“juguetes de arrastre”, que me ponen ahora en presencia de sus paisajes- casas, y los “muñecos
totémicos”, con referencias a
diversas culturas. Tallas y/o ensambles de maderas donde la pintura pone en
situación diferenciada al objeto: como objeto rescatado del pasado –por su
pátina- o como objeto decorativo o de uso. Pero por sobre ello, me impacta la contundencia del volumen y la
simpleza de las formas. No puedo dejar de percibir una sensación primaria de solidez, de aplomo, que
potencia las estructuras simbólicas que
subyacen. Es en ese encuentro, entre la densidad de la materia y los esquemas,
donde establezco el contacto sensible con su/mi búsqueda de identidad, la que
nos posibilita ubicarnos y estar en el mundo.
Vuelvo hacia las nuevas propuestas y me detengo en
aquellas que él llama “murales”. En
algunos, la pintura cobra un rol
configurador de la imagen junto con los materiales encontrados y planos
en relieves. Entonces el peso de la materia comienza a diluirse, se
aligera. Son los gestos los que se evidencian: del rastro rústico del pincel,
de la recolección de un objeto que llamó
su atención, del ordenamiento de los elementos. Sin embargo sigue resonando una
idea de solidez que no logro percibir con claridad.
Me
alejo, miro todas las obras, y allí están los dibujos y estampas: pequeñas
imágenes que requieren mayor intimidad.
Un dibujo gráfico donde las líneas y los
planos diseñan y alimentan el imaginario simbólico que Miguel
conforma. Casi liberados de la materia
quedan registrados en una red los
esquemas, esas estructuras que develan
el sustento de todo el trabajo. Son esquemas simples que allanan el encuentro con el otro y lo
otro, una simpleza densa, cargada de
experiencia vital, de deseo de un aquí y ahora que también contenga la memoria
y posibilite el futuro.
Desde
esa solidez nos propone el encuentro, el contacto con el mundo, y para ello nos ofrece estos objetos con los
que uno desearía convivir.
Cecilia Irazusta
Artista Plástica
Mayo 2012
Córdoba
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